El 16 de julio de 1938 en Marsella, Italia, defensor del título, lleva una ventaja de 1-0 sobre Brasil en semifinales y obtiene un penal que puede darle el segundo tanto. Giuseppe Meazza, héroe de la Italia vencedora en 1934, es el hombre encargado de lanzarlo, pero los nervios van por otro lado: el elástico de su pantalón corto acababa de romperse. ¿Qué hace? ¿Cede el penal a un compañero? No, el astro de los azzurri sostiene su pantalón con la mano izquierda y coloca la pelota en el punto de penal con la derecha. Sin desconcentrarse, convierte el gol y su equipo acaba ganando por 2-1, clasificándose para una nueva final, en la que ganará a Hungría, logrando su segundo título consecutivo.
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